domingo, 11 de noviembre de 2012

El Espíritu de Whingett

-¡Parsimonia! ¡Deprisa, perezosa descerebrada!-se regañó a sí misma la rubia muchacha mientras corría y jadeaba entre retorcidos matorrales y manzanos centenarios hacia el desangelado molino de Romulus Clatterbuck, el inventor loco de Whingett Bluffles. Una comarca como aquella, con gentes tan buenas y honradas, podía sentirse más que orgullosa de tener entre sus habitantes a un hombre como lord Clatterbuck. Bien era cierto que de vez en cuando la torcida chimenea del molino explotaba, que al menos una vez por semana las aguas del arroyo se teñían de vistosos colores tornasolados por efecto de algún tipo de experimento químico, y que el aire por aquella zona solía apestar a azufre y a pelo quemado con demasiada cotidianidad. Pero nada de eso importaba. Parsimonia iba a ver su último invento. ¿Qué más daba todo lo demás?
De un rápido salto evitó la valla de madera marfileña y continuó la carrera, imparable. Ante sí, las tétricas aspas del molino se movían lentamente al compás de un vientecillo apenas perceptible, y la chimenea, serpenteante y hecha de irregulares pedazos de metal, despedía un denso humo anaranjado de olor dulzón. Desde las enigmáticas entrañas del edificio salía la embotellada melodía de una gramola. Llegó hasta la tosca puerta de entrada, tomó aliento, trató de calmarse y miró el picaporte en forma de cabeza de cuervo.
Nadie en todo Whingett Bluffles, excepto ella, conocía las maravillas que el molino de lord Clatterbuck atesoraba en su interior.
-¡Pequeña! -canturreó alguien desde el otro lado de la puerta-. ¿Dónde están las diez galaxias de los seres humanos?
Parsimonia esbozó una sonrisilla de inocente picardía.
-¡En las yemas de sus dedos, lord Clatterbuck!
-¡Muy bien! ¡Puedes pasar!
La cabeza de bronce que era el picaporte se giró sola, y la puerta, con un quejido ronco, cedió hacia adentro. El interior del molino estaba inmerso en leves tinieblas, entre las que se adivinaban increíbles ingenios mecánicos y estrambóticos cachivaches más allá de lo imaginable. Un simpático perrito robot con ocho patas y dos antenas salió a su encuentro y la saludó con efusividad.
-Hola, Tuercas -dijo Parsimonia, acariciándole su fría cabeza de zinc. Una mano enguantada la cogió entonces de la muñeca y tiró de ella hacia la penumbra.
-¡Parsimonia, mi querida mocosa! ¡Se acabaron las tediosas carreras para ir de un lado a otro! -estalló el inventor, enroscándose en la cabeza la alta chistera carmesí y poco después ajustándose la pajarita al cuello. Su rostro estaba sucio de tizne y grasa negruzca, al igual que su mandil, su blanca camisa de castigada seda y sus pantalones.
-¿Qué se le ha ocurrido esta vez?
Lord Clatterbuck contuvo la respiración durante unos instantes, agitó las manos como si con ello se librase de la presión de los nervios y soltó una risa.
-¡Un autogiro propulsado por excrementos de ánade real!
Parsimonia parpadeó varias veces, incrédula. 
-¿Excrementos?
-¡Sí! Ven, ¡acompáñame!
Tironeó de ella hacia las entrañas del molino y, sorteando montañas de libros, inventos y artilugios, llegaron hasta una puerta trasera de vetusto cristal emplomado. Lord Clatterbuck la abrió y ambos salieron al campo, despejado y límpido tras una noche de refrescantes chubascos. Allí, entre montones de heno y floridos árboles frutales, se encontraba el autogiro de metal y madera, brillante al sol mañanero y mudo como si esperase un dulce despertar.
-¡Es precioso! -exclamó la niña, con los ojos como platos. El inventor la miró emocionado.
-Se llama Espíritu de Whingett.

(c) Irene Sanz

6 comentarios:

  1. Siempre genial Irene!!! (ya puedo comentar jejejeje) ;)

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    1. Graaacias, hermano!!! ¿Y cómo es que puedes comentar ahora? ¿Has hecho algún cambio? :)

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  2. La ilustración refleja muy bien lo que me parece este texto, irónico y fantástico, con vértigo y ritmo, locura y una sensación de hogar muy grata. Algo así como Tom Bombadil...en fin, no lo sé explicar..pero me ha gustado lo que he vislumbrado entre tus frases :)

    Un abrazo :)

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    1. Muchísimas gracias, Explorador!!! En realidad este pequeño relato habla, precisamente (lo has pillado) de una sensación de hogar, de raíces en un sitio en concreto, de familia. Sabor añejo :) Lo escribí pensando en el mejor modo de vivir a mi juicio :)

      Un besazo!!!! :* :D

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  3. En pocas palabras, me dio una sensación de calor, muy agradable, transmite luz, seguridad y felicidad. Efectivamente, es como regresar a ese hogar que todos escondemos en un rinconcito de nuestros corazones. Ése espíritu es el mismo que imagino muchas veces, jeje. Veo que coincido con las palabras antes expresadas por nuestro amigo el Explorador.

    En cuanto a la ambientación, nada que añadir, está perfect, además cuenta con algunas notas de humor!

    Y bien podría ser el comienzo de una aventura, digamos, que la magia de Whingett, reside en un lugar que cada uno de nosotros a de descubrir por sí mismo!

    Un abrazo,
    Juan :))

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    1. Muchas gracias, Juan!!! Ya te dije que el día que lo escribí hacía un sol precioso en mi casa, el jardín estaba muy bonito, la temperatura estaba ideal... Y en fin, creo que eso cristalizó en un escrito como el que ves, no excesivamente bueno, pero sí lindo.

      Sí que podría ser perfectamente el comienzo de una buena historia. Es una de mis maldiciones: los relatos cortos de verdad me son complicados, jajaja.

      Besotes grandes, Juanillo!!! :***

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