Un frío aún más hiriente que el de una tumba hizo que despertase de sopetón con los miembros agarrotados y el alma encogida. La cama se le antojó incómoda, la oscuridad insoportable, el silencio atronador. La habitación se volvió angosta y el aire apestado. Un hedor horrible a carne corrompida hizo el oxígeno irrespirable. Una especie de suspiro ahogado comenzó a dejarse escuchar por toda la habitación, y una respiración fatigosa lo siguió.
Todos y cada uno de sus músculos se vieron paralizados a merced de una voluntad ajena a la suya. No podía moverse, ni gritar, ni apenas pensar.

Unas manos invisibles e inasibles se cerraron alrededor de su cuello y apretaron con una fuerza sobrenatural. Exhaló toses agónicas, intentando patalear mientras con sus propias manos se asía el cuello. Todo fue infausto. Pronto le faltó el aire. Y no vio el amanecer.
Cómo me me gustan este tipo de relatos! Esa atmósfera agobiante, la oscuridad y la tensión del ambiente... muy logrado, Irene!
ResponderEliminarUn abrazo!!!
Jejejejejeje, sí, ya sé que esas atmósferas putrefactas y opresivas te encantan, Hermann!!! Tampoco era plan de hacer un relato excesivamente largo ni macabro, lo justo para agobiar.
EliminarUn saludete!!
opresivo, se lee con el corazón encogido. muy bueno, a mi me encanta este tipo de relatos como buena amante de Poe.
ResponderEliminar¡Muchíaimas gracias, Ángela, por tu comentario! Celebro que te guste Poe, es uno de mis escritores favoritos, parece mentira que fuese capaz de transmitir tanto con las palabras...
EliminarUn saludo!!
Que algo" más terrorífico. Se me viene a la mente la expresión sumamente elegante y también aterrador, "tan callando..."
ResponderEliminarUn abrazo.
Jejejejejeje, muchas gracias, Explorador!!!! Un besote!!!
Eliminar