martes, 11 de diciembre de 2012

Olivia Dunsterville (2)

Acuarela nº 2: El chico que salió del interior de un caracol

Al despertar aquel plomizo día Viktor notó cómo sus ojos parecían haber estado girando durante horas y horas dentro de las cuencas. Los sentía cansados y heridos; cuando abandonó la plácida calidez de las mantas aún descubrió algo más. Al momento un bramido de mal genio salió a borbotones de su garganta.
-¡¡Ellyllon!!
El fornido Ulises de uno de los bajorrelieves que adornaban las paredes de su habitación dio un respingo para, poco después, chistarle, con el gesto malhumorado.
-¡A callar, señorito Wernicke! -pidió el pétreo héroe. Viktor refunfuñó una queja incognoscible, se miró en un espejo de los cuatro que cubrían el suelo y vio que, tal y como había supuesto, le faltaba un pedacito de oreja. La derecha. Su pobre oreja derecha.
-Estúpida salamandra descerebrada... -masculló, frunciendo el ceño y retorciéndose nerviosamente las manos. Alzó la mirada y salió del cuarto entre quejidos roncos. Las risas estruendosas de la salamandra resonaban de forma torturante por todos los rincones de la tortuosa mansión de Wernicke Haus, un gigantesco caracol de varios pisos de altura, desde el mismo amanecer.
-¡¡Ellyllon!! ¿Por qué me has robado el lóbulo de la oreja?! -voceó Viktor, escudriñando el suelo a sus pies en busca de la diminuta salamandra. Un pequeño escuadrón de cangrejos fantasma le miró desde el suelo cuando Viktor pasó junto a ellos.
-Ho-ho-ho-la-la Vik-ik-ik-to-to-or -dijeron todos aquellos cangrejos casi acompasadamente. 
-Descansen, muchachos -les ordenó el chico, haciendo un gesto formal y dejándoles atrás. Salió del caserón con los pies descalzos y la mirada enloquecida. Al momento la fuerte humedad de la mañana hizo que un escalofrío corretease por su espalda de arriba abajo. Los lánguidos sauces del jardín le rodearon, arropándole con sus ramas y llevándole hasta la orilla neblinosa del lago. Y allí, subida a un retorcido tronco medio sumergido en las aguas, la salamandra Ellyllon dejaba escapar sus últimas risillas burlonas mientras en una de sus pegajosas manitas sostenía el blando lóbulo de la oreja.
-¡Dame mi lóbulo! -gritó Viktor, extendiendo una mano exigente sobre el agua.
-¡No sabes escuchar, Viktor! -chilló el animal-. ¡Tienes que aprender a hacerlo!
-¿Y cómo puedo hacer eso?
-Tienes que encontrar a alguien que te haga oír la música que te rodea.
Y Viktor rezongó un improperio. ¿Dónde podría encontrar a una persona así?

(c) Irene Sanz

7 comentarios:

  1. No sé, ¿ en la ribera de los cocodrilos? Algo bueno tendrán que tener, igual cantan genial :D

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    1. Hummmm, buena idea, Explorador, me lo pido para la Acuarela nº 3, jejejejejejeje :DDDD

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  2. Así que Ellyllon, uno de los cangrejos, le había quitado el lóbulo al chico que habitaba en el caracol (la mansión) y esto le impedía escuchar... Muy interesante la historia en una atmósfera original cuanto menos! :D

    Un abrazo,
    Juan

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    1. Ellyllon es la salamandra que roba el lóbulo de Viktor, la muy condenada piensa que tiene que darle una lección... Ya veremos qué consigue el muchacho!! Gracias por comentar, Juanillo!!! :DD

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    2. Sí, me lié con lo de los cangrejos fantasma, jeje, pero después me di cuenta de que era la salamandra! :D Está muy chulo, espero la siguiente entrega!!! :)

      Besos,
      Juan

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  3. ¡Descansen, muchachos! (Me encanta ese fragmento).
    Me gusta mucho Irene, y ya sabes por qué. Porque encaja perfectamente en Oníricon. Es el mismo universo. Fantástico. Acábalo, quiero incluirlo junto al resto de relatos. No sé qué saldrá de todo ello, pero ahí vamos acunando, poco a poco, el proyecto.

    Un abrazo!!!

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    1. ¿Para Oníricon? ¿Bromeas? Pues había pensado alargar la cosa hasta 7 acuarelas, más o menos de esta extensión. ¿Tú crees que es acertado?

      Si piensas añadirlo a los demás las quito de aquí. Ya me cuentas tus planes!!

      Besosss :)))

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