Despierto con la extraña sensación de que algo ha cambiado durante la noche. Me tomo una copa de whisky, regalo de mi novia, para que se me pase. A cambio, me sumo en una cogorza monumental.
-13:06
Salgo de casa con una chancla puesta en el pie derecho y una bota de cuero en el izquierdo. Ignoro por qué. Continúo con la molesta sensación hasta que llego a un banco del parque. Los alegres pajarillos que revolotean a mi alrededor me hacen sonreír como si fuese idiota.
-13:21
Se me pasa la cogorza de sopetón. Me entra hambre. Las palomas que se me acercan me parecen apetitosas. Empiezo a babear sin control. Compruebo entonces que mi saliva posee cierto tonillo verdoso. ¡Qué raro!
-13:30

-13:45
Mi mosqueo muta en preocupación. Seguro que algo ocurre y no me estoy dando cuenta. Observo la expresión de pánico de algunas personas. Aún me sorprendo más. Engullo entonces la última pata de paloma.
-13:58
Me levanto del banco con la idea de buscar un escaparate en el que poder echarle un vistazo a mi propio reflejo. Por si acaso. Encuentro uno apropiado.
-14:05
Me horrorizo al descubrir que llevo toda la mañana con el cráneo roto, y que por el hueco asoma un trozo de cerebro medio comido: ¡El mío!
-14:06
Por fin caigo en la cuenta: mi nueva novia se ha comido la mitad de mi cerebro. ¡Será hija de puta! ¡Cuando llegue a casa se va a enterar!
***
Aclaración: ¡Cuidado con las novias comecerebros, que luego son las palomas las que sufren!
(c) Irene Sanz
Las palomas me resultan tan desagradables que no me importa que alguien se las coma...en la intimidad.
ResponderEliminarUn abrazo :)
Jajajajaja, ay hijo, pero es que hay palomas y palomas, todo está en el buen gusto del comensal ;DD)))
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