El
diminuto pincel en su mano correteaba sobre la tabla de forma
imparable, impregnado con óleo de color ocre apagado. A su lado, sobre
una oscura mesita baja, una paleta de madera pulida ofrecía una
desperdigada gama de colores terrosos. Mientras tanto, Cecilia posaba en
silencio, sosteniendo en su regazo un precioso hurón blanco que no
paraba de moverse. -No os mováis, señora. Ya casi hemos terminado.
Si el duque de Milán lo aprueba tened por cierto que vuestro retrato
alcanzará la eternidad. -No es Ludovico quien debe aprobar su
belleza, sino yo -dijo la muchacha, sin moverse-. Procurad, por tanto,
realizar bien vuestro encargo y se os pagará como merecéis. Leonardo
se peinó la espesa barba con los dedos manchados de aceite, sin dejar
de pasear el extremo del pincel por la superficie del cuadro. -Por supuesto, señora.
Pasaron unos escuetos minutos en los que la susurrante algarabía del
mercado se coló tímidamente por los ventanales abiertos del estudio. Una
luz aperlada invadía el espacio, iluminando cientos de minúsculas
partículas blanquecinas que flotaban de acá para allá. -Imaginad por
un momento que el duque desaprueba vuestra obra -volvió a decir
Cecilia, adoptando un tono de voz juguetón, como cuando tocaba el laúd y
sentía los ojos ávidos de los hombres clavándose en su joven cuerpo de
diecisiete años. -Eso lo hago todos los días, señora. -¿Y qué pensáis que podría pasar?
Leonardo dejó el pincel sobre la mesita tras limpiarlo con un paño
húmedo. Poco después desvió la mirada hacia la muchacha. La dedicó una
cálida sonrisa preñada de miles de vivencias pasadas. -Querida niña,
puesto que eso es lo que sois, me temo. Si vuestro amante el duque de
Milán rehúsa pagarme por el esfuerzo empleado durante todo este tiempo,
sabed que no me ofenderé. -¿Y por qué? -Porque en todo caso con
vuestro retrato he perfeccionado mi arte, con vuestra belleza he
deleitado mis ojos, con vuestra inteligencia he colmado mi curiosidad, y
con vuestra compañía he rejuvenecido mi alma.
¡Gracias, Mina! Eso era justo lo que pretendía, jejeje, transportar al lector a la época de Leonardo... El cuadro actualmente está en un museo de Cracovia (Polonia). Besossss :D)))
Magnífico relato, Irene. Belleza en el contenido, perfección en la construcción. Como Leonardo, pasar por aquí me ha deleitado, despertado curiosidad y enriquecido mi alma con la inteligencia de tus letras. Congratulaciones!
Y que bonito y bien escribe esta niña!! :D
ResponderEliminar¡¡¡Muchísimas gracias, mi guapa pelirroja!!! Un besazo :DD))))
Eliminarme ha transportado a la época, ahora dónde andará el cuadro?
ResponderEliminar¡Gracias, Mina! Eso era justo lo que pretendía, jejeje, transportar al lector a la época de Leonardo... El cuadro actualmente está en un museo de Cracovia (Polonia).
EliminarBesossss :D)))
Es un placer leer tus relatos; fomentas la cultura con mucha imaginación. Besos, Asun.
EliminarMe gusta la caracterización de los personajes, su jugueteo dialéctico, y la rotunidad en su resolución.
ResponderEliminarJrande ;)
¡Besos!
Magnífico relato, Irene. Belleza en el contenido, perfección en la construcción. Como Leonardo, pasar por aquí me ha deleitado, despertado curiosidad y enriquecido mi alma con la inteligencia de tus letras. Congratulaciones!
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